7 julio, 2017 - Estilo de Vida
Cómo proteger tu piel del aire acondicionado
¡Hola a todos! ¿Qué tal estáis? A pesar de las lluvias que van y vienen por diferentes zonas de la península (aquí en Madrid hemos vivido unas tormentas bastante impactantes) el calor… no se va. Y, ¿eso qué quiere decir? Que por mucho que abramos las ventanas seguimos sufriendo con las altas temperaturas. Como solución: encendemos el aire y ya somos felices, pero ¿sabes que tu piel sufre con este ‘abanico automático’? Hoy os traemos una serie de trucos para proteger tu piel del aire acondicionado. ¡Tomad nota!
4 trucos para proteger tu piel del aire acondicionado
1. Beber agua: puede resultarte algo muy simple, muy visto pero… es 100% real. Si lo correcto es beber 2 litros en condiciones normales, es básico aumentar la dosis para proteger tu piel del aire acondicionado. Así que, aunque no tengas sed, bebe más de lo habitual, aunque sean pequeños sorbitos. Tu piel lo agradecerá.
2. Aprende a secarte la cara: Seguro que cometes el error, después de tu limpieza diaria, de ‘restregar’ la toalla por el rostro. ¡Nunca más! Sécate suavemente, con ligeros toquecitos. Puede que tardes un poco más, pero la prisa nunca fue buena compañera.
3. Cremas ligeras y frescas: otra manera de proteger tu piel del aire acondicionado es aplicar una crema de textura ligera y muy fresquita. De hecho, te animamos a que la metas en el frigorífico, sobre todo si en tu casa hace mucho calor. De esta manera, calmarás e hidratarás en profundidad todos los poros de tu piel. Evita todas aquellas cremas que contengan alcohol. Mira bien los ingredientes. Deben incluir agua, vaselina y ceramidas. También deja a un lado cualquier crema grasa o aceite esencial y todos aquellos cosméticos que contengan agentes comedogénicos, obstruyen los poros.
4. Alimentación antioxidante: la sequedad de la piel, esa sensación de tirantez… también la puedes paliar llevando una correcta alimentación. Para proteger tu piel del aire acondicionado te recomendamos que te alimentes de frutas y verduras como las frutas del bosque, alcachofas, brócoli, tomate, manzanas, coliflores, zanahorias, espinacas… Así como de lácteos, frutos secos e infusiones de té verde.